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Habías apagado la vela con tu último suspiro.
Dejando que la oscuridad nos meciera
y que los sentidos se agudizaran.
Sin oír nada, ni el roce de los cuerpos,
ni nuestras rápidas respiraciones.
Sólo se oía al amor,
latiendo en nuestras venas,
navegando por el ambiente.
Sólo éramos él y yo.
Y congelado el momento en el tiempo
lo seríamos para siempre…
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Wenas!! Muchas gracias por colgarlo en tu blog, Rocío.
ResponderBorrarSaludos!!