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domingo, 10 de febrero de 2008

REINA MARÍA RODRÍGUEZ, Habana, Cuba
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"ÁMBAR"
........................para Osvaldo
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Pulso de cuadradas piedras que se caen sostenidas.
Por cada una se desprende
el valor de nuestra amistad.
Cuadrada ciudad como cuentas de muchos colores:
cuadrilátero infernal de cerro en cerro
desordenado para llegar hasta ti.
Cómo cuento estas cuentas tan dispersas?
..
El vendedor las pesó bien en la pecita si pasión,
pero lo engañaron.
Despilfarro de cuentas ámbar contra el tiempo
que duró nuestro encuentro.
El resultado de conversar sin aire en la colina
genera una inquietud de contemplar tu mano
(ancha y cortante contra el filo del vaso de cerveza).
..
Qué ha quedado de nosotros?
La vanidad de mover las piedras
en el aire insatisfecho y sin ilusión?
Hojuelas de maíz tierno contaminadas por el vapor
del distrito, ya quemadas?
Carne cruda de Japón, carne hambrienta
que estremece y entumece la doblez de mi lengua?
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Pruebo helado de té verde, “como masticar un jade” –dices,
paralizando mi risa nerviosa al remover con la cucharita de plata
el temblor de la tierra,
ese temblor de mi boca que recibe de tu mano, la joya invisible,
la promesa sostenida que me das de comer, de probar,
con la hilaridad de un pasado vencido por el presente otra vez.
“El fue mi juventud”, repito, para reafirmarlo,
aunque ya se sabe. Y la cuchara suena.
Un broche de plata en la muñeca para cerrar un pacto
con el esfuerzo carbonizado de querer.
..
Pero las piedras dicen que volverás al comienzo
(tú, conmigo).
Ellas regresan ahora como un pulso finito,
luego volverán como una soga alrededor del cuello
o dentro de un reloj acostumbrado a mentir.
Infinita caravana de piedras sin contar
rodeándonos.
De dos en dos, de tres en tres...
Cuadriláteros portátiles
escupiendo cenizas art decó.
..
–El pulso por la vida– ha dicho el vendedor siempre estafándonos.
Uno más de aquellos viejos anticuarios
a quien entregamos de por vida el valor de nuestra amistad, ahora
(ámbar prieto) para no adquirir más que la prohibición.
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Y lo traje de vuelta, lo escondí bajo la almohada.
Lo oculté como pude para no masticar las veinticuatro horas
cenizas de ámbar.
Porque ya te he perdido muchas veces
entre el rojo solitario del volcán
eructando su roca más incandescente, tú.
..
Ahora, las piedras que me diste coronarán esta erupción.
Quizás la última erupción bajo mi cabeza
fríamente.

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