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sábado, 3 de octubre de 2009

Ramón Líber, Ciudad de Ica, Perú

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¡QUERERTE COMO ME MUERO!


¡Mira que ocaso y que luna,
sentirse como me muero!

Que la vida no es ninguna,
por los quiebres de tu pecho,
Que la arena es amarilla,
como papel de mis versos,
Que guarangos se me astillan,
si te corres de mis dedos.

¡Mira que fuerza y que alma,
esperarte como te espero,

Que la sangre se hace agua,
con el roce de tu fuego;
Que me des un beso tibio,
fresca agua o veneno,
que agrio me sabe el vino,
por los caprichos de tus celos.

¡Mira que dolor y que alegría,
es llenarme con estos sueños!

Que el cuerpo se desconfía
que me moje de tus hielos.
Que te tome hoy las dunas,
ahora tu claro desierto,
Que la piel se me desnuda,
por zanjarte estos versos.

¡Mira que ocaso y que luna,
quererte como te quiero!

Pastor Orduz Cabrera, Bucaramanga, Colombia

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PATAS DE LA MESA

1.PRIMERA

La roca estuvo siempre,
en paz de granos y de neurona ausente,
en la cuna de la Vida.
Así, la emoción corre como agua
de caminos en el olvido de los dioses.
Nada importará en estos dolores,
la humanidad no halla aún
la coraza de sus amores.

2.SEGUNDA

El aire pernoctó en la oquedad
de los pedruscos y en la sonora
soledad de los glaciares.
Allá hizo el nido
y entonces los cóndores
supieron que nacerían en la quinta jornada,
supieron que toda luz viene del agua
a pesar del fuego divino,
gracias al silencio del chasqui dormido.

3.TERCERA

El agua creció en la noche cálida
cuando el magma fue Andes,
cuando el Iris se deslizó
en la grieta de la primera alborada,
cuando la sangre entró en las manos
de los orfebres invidentes.
Ahí estuvo, dormida, en la voz
de los manantiales ocres.

* Fragmento de la obra.
* Mención de Honor Premio HARAWIKU 2009

martes, 29 de septiembre de 2009

Armida García, Tegucigalpa, Honduras

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I

Todos los objetos de mi casa
hicieron la maleta
y se marcharon
los llamé a señas,
los llamé a gritos
con palabras descalzas.
Los vi alejarse,
en procesión,
llenando de murmullos la cuadra.
El suelo se rompió
yo me hundí en el agua.


IV

El miedo cruzó las piernas
y se arrancó de una en una
las pestañas.
Los manteles,
tanto tiempo
con las alas recogidas
y colgados de las patas,
descendieron a la mesa
y la escoba
taciturna, despeinada
regresó a espiar a las arañas.
El miedo
con el dedo en el bolsillo
se durmió pensando
que el sol es un cangrejo
con las patas muy, muy largas.


IX

Miro desde el féretro
a las ventanas encogidas en su marco;
al ropero,
con las tripas afuera
pasearse enajenado,
a las sillas
que han ido a echarse en las esquinas,
a la mariposa que se arrancó las alas
y se lanzó al vacío.
Todos están aquí,
Impenetrables.
Optaron por el silencio
Igual que yo.