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lunes, 10 de diciembre de 2007

LEOPOLDO LEZAMA, Ciudad de México, México
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“CANTO METAFÍSICO”
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IV
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No me preocupa el tiempo sino la misteriosa manera en que las cosas parecen demorarse:
El intacto enmudecimiento que va y viene en el esbelto minutero
El lento y silencioso avance de las sombras de la tarde
sobre la quietud del muro
Su vértigo grisáceo que poco a poco se va debilitando.
El viento que muestra sus ágiles peldaños como cristal aéreo
O como somnolienta pluma de ave diamantina.
El peñón que se atenúa desmenuzando la lenta opacidad de los caminos
Empañando el ojeroso manantial y su reflejo inválido.
La suavidad de la marea como melódica expansión de cautelosa ventisca
En la cansada evaporación de aquél murmullo salino
Que desorbita los sentidos hasta retornarlos a su caudal primero.
Luna que desnuda el pedregal rumiando en su pálida moldura
Y rústico organillo que devuelve oficio a los faroles.
El tiempo, su recurso de enturbiar sus rutas hacia la insondable materia
Que prolonga el insomnio con sus tantos atavíos
Como la calle y su concentración de ornamentos luminosos.
Y cae la noche calcinando con su costra húmeda la blancura de las manos
Segregando en volátiles espesuras que siembran las velas de los barcos.
No es el tiempo sino el aroma de las páginas que hacen pensar en el sabor del café
En el transcurso inquieto, insaciable del río nocturno
Su profundo secreto de ágil animal enjuto.
No es el tiempo sino el transcurso de la gota que recorre la persiana
Es el grito de la áspera bombilla desdoblado sobre el mantel ensangrentado
Es la abolición del campanario...
Es en fin
La manera en que el vapor del tabaco debilita la bombilla
Mientras afuera
Sobre la ciudad que convalece
Cae la lluvia

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