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viernes, 23 de mayo de 2008

HENRIK NORDBRANDT, Copenhague, Dinamarca
...
"El enano se contempla en su espejo de bolsillo"

«Por la mañana el más grande da sombra al más pequeño
pero por la tarde, cuando todo desquiciado y enrollado en los bordes
es proyectado hacia atrás sobre su dudoso origen,
es el más pequeño el que proyecta
una sombra insufriblemente afilada sobre el más grande
que entonces se encoge de miedo». Fin de la cita.
y no tengo la menor idea de dónde la he sacado.
Pero palabras así, llenas de un contenido a medio expresar
como un aguacero contra el cristal de una ventana
o el recuerdo de la lluvia, ahora cuando la primavera
es sólo un sonido vacío
las oigo a menudo susurradas
cuando no hay nadie cerca, excepto el sol
y también mi sombra en estos muros secos
una mancha tan informe como los borrones de tinta de un psicólogo:
Tengo a menudo la sensación de que es
el subconsciente aplastado de algún otro
el que utiliza mi cuerpo como su repugnante disfraz
con el centro de gravedad
tan bajo que yo mismo cuando me pongo de pie
parezco un tentetieso o un sapo sentado.
Alguien vuelve a recordármelo y yo me tambaleo
y espero que llegue pronto el empujón
y la carcajada que duerme en la sombra bajo una invisible piel de tigre.
Pero sólo era un remolino de polvo amarillo
que esta vez se apoyaba contra la ventana
desde donde resuenan los ronquidos de los jugadores de cartas en la calle vacía:
No me quitaron la silla en la que iba a sentarme
nadie había rellenado mi cigarrillo con pólvora
y comprobamos que mi pastel estaba compuesto de pastel
de arriba abajo. Como tan certeramente comentó
un extranjero recientemente
(yo oigo más de lo que creen):
«He notado que el enano gordo que parece un sapo
y del que se burlan prácticamente todos en este pueblo
parece andar siempre dando vueltas masticando algo
algo a medio comer
en la mano». De esa manera yo engordo
mientras un bosque oscuro susurra sobre las palabras
o al menos eso me parece
un bosque oscuro al que debo alimentar con estas
capas de grasa que crecen sin cesar.
y en mitad del bosque, en la isla del lago,
soy el sapo al que un beso convertirá en príncipe.
Pero los besos sólo me transforman en un bufón mayor:
Mi lugar está aquí en la mesa de los príncipes
mi trabajo consiste en hacer reír a los príncipes
y engordar comiendo los restos de sus mesas
y revolcarme en las cenizas, gruñendo como una cerda
mientras los príncipes se ríen, eructan o beben Hamlet soy yo
y Ulises encerrado en el cuerpo de un enano
condenado a cortejar a los pretendientes por toda la eternidad.
Quiero transformar o ser transformado...
Y precisamente esta noche, la última del Carnaval,
la imagen de una u otra corte mitológica no es completamente engañosa.
Porque he sustituido el pastel de mi mano por un pequeño espejo redondo
que aleja un poco el todo de la realidad
o quizá representa un agujero en ella:
Visto a través de ese agujero soy más grande que los otros
y sobre el fondo de sus máscaras mi rostro parece casi normal:
Los dos que me sujetaban cuando me puse a gritar mientras un tercero
me tiznaba el rostro con un corcho quemado
se ríen inconteniblemente, contemplados por un cuarto
un extraño sin máscara cuyo rostro
expresa un asco ilimitado
mientras escribía algo en un cuaderno negro
y cree que no he notado su presencia tan egocéntrico como es él
y tan oprimido sin embargo por la culpa de utilizarme para sus propios fines.
Fue el pequeño espejo que saqué del bolsillo
curioso por ver el aspecto que tenía con la cara tiznada de hollín
lo que le hizo fijarse en mí fascinado
mientras yo me miraba encandilado en el espejo
- si no fue la combinación de espejo y yo.
Así que descubrió que yo lo había descubierto y se retiró ruborizado
en el mismo instante en que empezaba a tomar forma una idea en mi cabeza
aunque vaga, incompleta y borrosa: la mitad de una idea
irritante como un objeto que es retenido un breve instante
por el haz de luz de un faro sobre un agitado mar:
Me ahogué en toda aquella oscuridad que no había notado hasta entonces
pero sólo para volver a aparecer triunfante rompiendo la superficie:
y desde el espejo pude ver a la otra mitad venir a mi encuentro
cuando dejé al enano envuelto en la niebla de tabaco
donde una frase impronunciada formaba sus labios
en una sonrisa que de pronto parecía natural:
«Esta noche me he dado cuenta de que mi verdadera naturaleza no aparece hasta que
mi rostro no está totalmente pintado de negro. Muchas gracias.
Cordiales saludos. El sapo». Voy a lanzar sobre sus vidas
una sombra tan negra y afilada
que se van a ahogar en la realidad y, no antes de que sea demasiado tarde, recordarán
cómo saqué el frasco de veneno del bolsillo sin que lo notaran
mientras los distraía con el espejito redondo.

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