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sábado, 27 de septiembre de 2008

ALINA GALLIANO, New York, Estados Unidos
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XXI
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Hay instantes en los cuales el vivir se detiene
y escucha otra canción, otro sonido, un silencio tan poderoso
que es capaz de despertar:
las piedras, el fondo de los mares, las raíces, el mármol,
las vicarias, los polos donde todo el Universo es puro fuego
atravesando a la raíz de la palabra su anchura, su verticalidad,
eso que reprograma ocultas partituras al lóbulo frontal
o desprograma lo pituitario y lo pineal para que el aroma
ése que late entre las estaciones que marcan las agujas
de una a otra estrella sepan almacenar para otros tiempos:
la sabiduría contenida en el pico de las cigüeñas,
en el hambre que habita la mandíbula de un pájaro carpintero
cuando con la fuerza de su golpe enamora la corteza de los árboles
estableciendo lo inaudito de una conversación con las ardillas
o quizás escribiendo una carta en clave de Morse a las alturas.
Hay momentos en los cuales la respiración como una llave
abre la condición más fina de las manos y les enseña
a resbalar sin prisa sobre el cuerpo de lo que se ama porque sí,
porque se sabe que en la página del corazón
no hay otro cuerpo para poder querer de esa manera,
manera en singular y con propósito entre las costillas
de tal modo que hasta Dios pueda saber en carne propia
lo que es arrebatarse sin medir o mediar la consecuencia.
...
Del libro LOS DÍAS QUE AHORA TENGO
Trabajo en proceso.

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